Historia de la Cetreria en Latinoamérica

No se sabe a ciencia cierta si la cetrería se practicó en el nuevo Mundo antes del desembarco en tierras americanas de Cristóbal Colón el 12 de octubre de 1492. La teoría más factible después de revisar alguna bibliografía (Cartas de
relación de Hernán Cortés, La Literatura del Inca Garcilazo de la Vega, entre otros) es que los primeros vestigios de la cetrería de los que se tiene constancia llegaron de España.
 
Es de suponer que en la flota española existieran personas con ciertas nociones de cetrería. De hecho, se sabe que Colón al desembarcar en La Española y es sus primeros escarceos comerciales con los indígenas trocaba
cascabeles de cetrería por oro, y que el tributo anual impuesto a la población indígena a su ida fue dos de estos cascabeles repletos de polvo del preciado metal.
 
A mediados del siglo XIX, los profesores nederlandeses H. Schlegel yA. H. Verster van Wulverhorst afirmaron en su Traité de fauconnerie que la cetrería llegó a América procedente de Asia y que era una práctica venatoria corriente entre los aztecas. En 1978 el británico Phillip Glasier estableció que:
 
“at the beginning of the sixteenth century, Cortés, the Spanish conquistador arrived in Mexico, where he found that the Aztec king, Montezuma, main-tained an establishment of trained birds of prey used for hunting”
En las Cartas de relación de Hernán Cortés, concretamente en la segunda carta fechada en Segura de la frontera el 30 de octubre de 1520, y dirigida a Carlos V, se puede leer:
 
“(...) Tenochtitlán tiene muchas plazas donde hay continuo
mercado de comprar y vender (...) Hay calles de caza donde venden todos los linajes de aves que hay en la tierra, así como gallinas, perdices, codornices, lavancos, dorales, zarcetas, tórtolas, palomas, pajaritos con cañuela, papagayos, buháros, águilas, halcones, gavilanes y cernícalos y de algunas de estas aves de rapiña, venden los cueros con sus plumas y cabezas y pico y uñas.”
“Entre las aficiones de Monctezuma una cosa poco menos buena que ésta, donde tenía un muy hermoso jardín con ciertos miradores que salían sobre él, y los mármoles y losas de ellos eran de jaspe muy bien obradas (...) Tenía otra casa muy hermosa donde tenía un gran patio losado de muy gentiles losas, todo él, hecho a manera de un gran juego de ajedrez, y las casas eran hondas cuanto estado en medio y tan grandes como seis pasos en cuadra; y la mitad de cada una de estas casas era cubierto de soterrado de losas, y la mitad que quedaba por cubrir tenía encima una red de palos muy bien hecha; y en cada una de estas casas había un ave de rapiña: comenzando de cernícalo hasta águila, todas cuantas se hallan en España, y muchas más reales que allá no se han visto. Y en cada una de estas reales había mucha cantidad y en lo cubierto de cada una de estas casas había un palo como alcándara, y otro fuera debajo de la red, que en uno estaba de noche y cuando llovía, y en el otro se podía salir al sol y al aire para curarse. Y a todas estas aves daban todos los días de comer gallinas, y no otro mantenimiento.”
 
Es evidente que la cetrería era desconocida por los aztecas. Cortés hace hincapié en su primera carta, en diferente naturaleza de las aves de Monctezuma, lo que demuestra su dominio de la fauna y posiblemente de las artes venatorias y de la caza al volateo. Y en esta última descripción del
zoológico de Monctezuma pronuncia la palabra alcándara, evidenciando su conocimiento de esta singular práctica cinegética; conocimientos que se confirman a lo largo de las muchas cartas dirigidas a Carlos V, donde continúa
mención de los excelentes cazaderos que se hallan en estas tierras y de las aves que lo pueblan.
 
Si realmente hubiese existido alguna manifestación cetrera anterior al descubrimiento en México, semejante fenómeno no hubiera pasado desapercibido a los ojos del célebre conquistador y su séquito. No fue, por tanto, hasta la llegada de los españoles cuando se comenzó a cazar con aves de presa en el continente americano.
 
La Cetrería en América Latina entonces se inicia principalmente con la colonización. Cuando los conquistadores llegaron al continente americano quedaron impresionados con las diversas especies de rapaces que encontraron.
 
 
Resenas Historicas de Latinoamerica
 
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Spizaetus Ornatus en Mexico MONITOREO DE SPIZAETUS ORNATUS EN ÁREAS DE RIESGO POR ACTIVIDAD HUMANA EN EL MUNICIPIO DE CINTALAPA, CHIAPAS; MÉXICO
 
Enfermedades en Aves Rapaces

Quizás una de las citas más reveladoras en contenido y expresión de cuantas nos han legado los historiadores hispanos de la época sea la de Bernal Diaz de Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España de 1632:
 
“Y si hubiese de contar las cosas y condición que Monctezuma tenía de gran señor, y el acato y servicio que todos los señores de la Nueva España y de otras provincias le hacían, es para nunca acabar, porque cosa ninguna que mandaban que le trajesen, aunque fuese volando, que luego no le era traído; y esto dígalo porque un día estábamos tres de nuestros capitanes y ciertos soldados con el gran Monctezuma, y acaso abatióse un gavilán en unas salas como corredores por una codorniz; que cerca de las casas y palacios donde estaba el Monctezuma preso, estaban unas palomas y unas codornices mansas, porque por grandeza las tenía allí para criar el indio mayordomo que tenía a cargo de barrer los aposentos: y como el gavilán se batió y llevó presa, viéronlo nuestros capitanes, y dijo uno de ellos que se decía Francisco de Acevedo El Pulido, que fue maestral del almirante de Castilla, “¡oh que lindo gavilán, y qué presa hizo, y tan buen vuelo tiene!”, y respondimos los demás soldados que era muy bueno, y que había en estas tierras muchas buenas aves de caza de volatería, y el Monctezuma mirando en lo que hablamos, y preguntó a su paje Orteguilla sobre la plática y le respondió que decíamos aquellos capitanes que el gavilán que entró a cazar era muy bueno, y que si tuviéramos otro como aquel que le mostraría a venir a la mano, y que en el campo le echarían a cualquier ave aunque fuese algo grande, y la mataría. Entonces dijo el Monctezuma: “Pues yo mandaré ahora que tomen aquel mismo gavilán y veremos si lo amansan y cazan con él”. Todos nosotros los que allí no hallábamos quitamos las gorras de armas por la merced: y luego mandó llamar sus cazadores de volatería y les dijo que le trajesen el mismo gavilán, y tal maña se dieron en el tomar, que a horas del Ave María, viene con el mismo gavilán, y le dieron a Francisco de Acevedo, y le mostró el señuelo, y porque luego se nos ofrecieron cosas en que iba más de la caza se dejara aquí de hablar de ello”.
 
La pasión venatoria del Rey Fernando El Católico era tal que en 1492 hizo a Cristóbal Colón el siguiente encargo: “los más halcones que de allá se pudieran
enviar”.
 
Así, el Consejo de Indias ordenó en 1523 a Hernán Cortés que cada año enviase a la Corte “cincuenta aves de caza”, prometiendo con cierto retraso (dos años después) el contador Rodrígo Albonoz V que se cumpliría con dicha
orden.
 
También se puede citar al Escritor Nicolás Rangel en su obra: Historia del toreo en México: época colonial, en donde cita a Juan Suárez de Peralta y su obra
Noticias históricas de la Nueva España al referirse al “Excelentísimo Señor Virrey Don Luis de Velasco (...) respecto a su afición a la cetrería, a la
cinegética, a la equitación y a los Toros, uno de los principales jóvenes de su
tiempo”.
“Gonzalo Fernández de Oviedo (1478–1557), en su Historia general y natural de las Indias, tras dar cuenta de que en cierto lugar se encontraron con una especie de halconera y preguntar acerca de ello a algunos de sus compañeros,
que sabían más que él de cetrería, aclara que «nunca oí después, en cuantos años ha que estoy en estas Indias, que los indios cazasen con aves».
Si se hubiesen tenido en cuenta estas palabras de Fernández de Oviedo, se debería haber desechado cualquier intento de afirmar y demostrar que los pueblos precolombinos conocieron, e incluso practicaron con pasión, la cetrería.